domingo, 10 de julio de 2016

¿Qué sucedió con la mujer que era? por Noelia Crescini


    Ya casi 3 años desde la noticia de mi embarazo. Tres años puede ser mucho tiempo o bien poquitísimo, todo depende de qué estemos hablando. Y les aseguro que si de ser mamá se trata es un montonazo, por la intensidad de las sensaciones que nos atraviesan, lo abrupto de los cambios, la rapidez con la que paso a paso vamos readaptándonos. No es que haya pensado que ser mamá era algo sencillo, creo que en realidad nunca supe de lo que realmente se trataba, en su inmensidad, hasta que pude vivirlo.
   Estaremos de acuerdo en que cuando damos la noticia de nuestro embarazo a nuestros allegados, sobretodo a aquellos que ya son padres, solemos escuchar frases como estas: “se te acabó la joda”, “aprovechá a dormir ahora porque después que nazca no vas a dormir nunca más”, y como sedante a semejante sorbo de responsabilidad, la maravillosa expresión “es lo más maravilloso que te puede pasar en la vida”. Grandes verdades, fundamentalmente la última.
    Pero hay algo que no nos dicen, y es que cada bebé será diferente a otro, y por consiguiente, los cólicos serán diferentes, sus horas de sueño, sus gustos por los alimentos, etc. Y sobretodo que cada MAMÁ también lo será. Cada mujer convertida en mamá será una mezcla a construir de hormonas, amor, desesperación, angustia y de necesidades. Porque no todo es rosado en el mundo de la maternidad. Y como si fuera poco descubrimos a una compañera de aventuras un poco asfixiante: la señora culpa.
     Qué difícil encontrarnos en esa vertiginosidad. ¡Dan ganas de salir corriendo!!! Teta, caca, ojeras…y ni hablar de las tildes socioculturales. Mientras tanto nos miramos al espejo y nos preguntamos qué pasó con la mujer que éramos, y quién es esa nueva mujer que está en el reflejo, que es la misma, pero muy distinta. Y no me refiero solamente a los cambios físicos, no menos importantes y movilizantes.
     Hoy a 3 años, miro el camino transitado, orgullosa de mis logros, de la paciencia que he adquirido, de mi nuevo yo simplificado pero enriquecido. Recuerdo cuán bien me hizo no sentirme la única madre conflictuada. El encuentro con otras mujeres/madres: una amiga, mi cuñada, mi hermana, mi mamá… fui recolectando sus historias e histerias, y me sentí parte, y me pensé en proceso, proceso de superación día a día, y entonces empecé a disfrutar de las trabas y saberlas pasajeras… y acá estoy, a veces me encuentro con la que era y lo cuento con la emoción en la garganta, lo maravilloso de ser la que hoy soy.


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